Artículo 3

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No es extraño, o por lo menos a mi no me lo parece, que salten noticias sobre la aportación de material tecnológico en las aulas de nuestras escuelas, institutos, etc. Y es que cada vez nos hacemos más “tecnodependientes”, esto es, que muchas funciones que antes realizábamos de una manera más tradicional, y quizás por ello más tardía, hoy las confiamos a sistemas informáticos. Y ya desde pequeñitos, habituamos a nuestros menores a utilizar los sistemas informáticos, con el objetivo de que controlen su uso y sobre todo su uso seguro y exento de riesgos.

El número que expone la noticia es, ante todo, chocante: 20.000 aulas digitales. Seguramente, en este curso el número haya sido aún más alto, ya que si alguna característica tiene el progreso es precisamente eso, que progresa y no para de avanzar. 

Quizás las opiniones que más se vierten en la calle son las que afirman que los niños y niñas de tercer ciclo de Primaria son aún muy prematuros para el uso de las nuevas tecnologías. Pero emiten sus opiniones sin tener en cuenta el inmenso abanico de posibilidades que el uso de ordenadores en el aula abre al proceso educativo de sus hijos, sobrinos, etc. Seguramente, si estas personas estuvieran más informadas sobre el desarrollo de este proceso (afirmación que no debe caer en saco roto) no opinarían así; más bien al contrario, aplaudirían la incorporación de esas tecnologías.

Mi propia opinión se puede extraer como implícita dentro de los párrafos anteriores. Y es que la educación y las tecnologías cada vez son más un ente común, compartido y por supuesto de mutua ayuda. Aunque nunca hay que olvidar los riesgos que el uso de tecnologías en las aulas puede acarrear (adicción, uso excesivo, uso inadecuado, etc.), por lo que también habrá que enseñar, no sólo a los alumnos sino también a los maestros, a utilizar correctamente las tecnologías para sacar su mayor rendimiento posible.

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